
Han pasado bastante más de 20 años desde el último Encuentro Cristiano de Renovación Espiritual celebrado en Pascua. Sin embargo, muchos de nosotros todavía seguimos asociando Semana Santa con aquellos entrañables retiros que tuvieron lugar, primero en el Colegio Ward, luego en Embalse de Río Tercero, Córdoba; más tarde en el porteño predio de la Sociedad Rural en Palermo, y finalmente en el Estadio Luna Park. Ellos supieron congregar y dar forma a un movimiento que fue creciendo a través de los años.
«En nuestra trayectoria, los retiros espirituales celebrados de tanto en tanto han jugado un papel muy importante. Desde el año 1965, muchos de los pasos significativos han sido tomados, o claramente indicados por el Señor a nosotros, en los retiros. Estaban destinados a cumplir una función vital», dice el pastor Orville Swindoll en su libro Tiempos de Restauración.
Él, junto a Keith Bentson, Iván Baker, Ángel Negro y Jorge Himitian eran quienes convocaban a estos encuentros. «La visión de renovación se extendía como reguera de pólvora y era importante reunir a todos para dar la revelación que se iba teniendo en esos años», agrega Himitian.
La gente llegaba a los encuentros de todas partes del país, y participaba de reuniones durante tres o cuatro días en los que una nueva concepción de la alabanza, la predicación poderosa de la revelación recibida, y la presencia del Espíritu Santo se manifestaban de un modo notorio entre la gente.
Alex Baker, uno de los hijos de Iván, señala: «Allí uno tomaba conciencia de la dimensión de pueblo y también eran momentos de fiesta, de una profunda presencia del Señor con el pueblo. Era la oportunidad de encontrarnos con hermanos que nunca habíamos conocido, tanto del interior como del exterior, y establecer lazos de amistad profunda ya que convivíamos varios días, incluso algunos matrimonios se gestaron allí. Estos encuentros hacían que uno partiera el año en antes y después del retiro. Dios nos marcó como comunidad y nos habló profundamente con temas que formaron el andamiaje de nuestra vida espiritual».
«El tiempo de alabanza y los mensajes eran poderosos, sumamente enriquecedores. Había una presencia del Señor en cada encuentro, que pocas veces en mi vida de creyente experimenté. Se daba un ambiente de camaradería y de júbilo muy especial», recuerda Rodolfo Bonifatti, asiduo asistente a los retiros desde sus 19 años.
El primer encuentro de Semana Santa tuvo lugar en el año 1977 en el Colegio Ward, y la temática central, a cargo del pastor Keith Bentson fue El temor de Dios. A partir de allí, los retiros comenzaron a realizarse en el complejo turístico de Embalse Río Tercero, Córdoba. La gente se alojaba en los hoteles, y las plenarias se realizaban en el polideportivo de la ciudad, con
su característico techo abovedado.

Cuando el número de asistentes superó las 2500 personas fue necesario trasladar los encuentros al predio de la Sociedad Rural. Allí, en el año ’82 se celebró, bajo el lema “Reconciliación”, el retiro durante el feriado de Semana Santa. Era plena época del conflicto de Malvinas, de modo que la foto de dos personas fundiéndose en un abrazo que anunciaba el cartel del encuentro resultaba impactante cuando uno caminaba por Palermo.
El hecho de que la Rural no contara con alojamiento para los viajeros, trajo aparejada una experiencia sin igual para los hermanos, la posibilidad de recibir a otros en sus hogares. Así lo recuerda Boniffati: «Allí comenzamos a hospedar
a hermanos del interior y exterior en casa, para que los que venían de lejos ahorraran el costo del hospedaje. Con mi esposa Mabel hospedamos siempre. Aun estando ella hemipléjica, recibimos personas de Baradero, Córdoba, Brasil, Rosario. Era una fiesta preparar la casa para recibirlos».
Eso de que recibir a otros era una fiesta, esta cronista lo recuerda perfectamente, en casa junto a mis hermanos, lustrábamos manzanas para colocarlas en una canastita sobre la mesa de luz de la habitación de huéspedes. Ayudábamos
a mi mamá a tender las camas y nos disponíamos a recibir ángeles. Los ángeles siempre llegaban, a veces hasta hablaban en otro idioma o traían chocolates y café de países vecinos. La Pascua no podía ser más grata que con la casa llena de gente y el trajín del retiro, las reuniones, reencontrarse con viejos amigos, cantar esos coros sencillos y profundos y ver ese espectáculo
de hermandad desplegándose ante nuestros ojos.
Lo que significó ser parte
«Para mí el haber participado desde el principio, siendo adolescente, me marcó a fuego. Recuerdo la sensibilidad espiritual y sencillez que distinguía al equipo de pastores que conducían los encuentros. Los momentos de la Cena del Señor eran muy especiales. Ver a todos los pastores de las distintas localidades participando en un espíritu de unidad era impactante. Recuerdo en particular una cena donde Keith Bentson oró pidiendo castigo del Señor sobre los que participaran indignamente. Un gran temor cayó sobre todos, y comenzó a brotar la confesión de pecados ocultos y un espíritu de quebrantamiento. Dios derramó un Espíritu de santidad notorio en todo el pueblo», recuerda Baker.
Por su lado, el pastor Ricardo Favaro de Baradero señala: «Estos retiros me marcaron para toda la vida, y me han permitido conocer más al Señor, abrazar esta renovación hasta la restauración de todas las cosas. Adoración, revelación, enseñanza, comunión, ¡cuántas bendiciones recibidas!».
Los encuentros continuaron realizándose en la Rural hasta que, nuevamente, la cantidad de asistentes obligó a buscar un lugar más amplio. Fue así como en 1988 el retiro de Semana Santa tuvo lugar en el legendario estadio Luna Park, con capacidad para recibir a unas 7000 personas.
Cuando se le preguntó al pastor Himitian si era posible un retiro de estas características en este tiempo, respondió que hoy sería difícil por la cantidad de personas que se congregarían, cerca de diez mil. Y que no hay lugar techado en la ciudad de
Buenos Aires para recibir a tanta gente. «Antes los costos eran manejables, pero hoy las sumas son altísimas, así que hemos optado por los retiros regionales en los que se fue dando el mismo ministerio», menciona. Sin embargo el entusiasmo lo gana y agrega entusiasmado: «Era una convocatoria del Espíritu Santo, la gente tenía esa sensación. Ni bien se enteraban del retiro, se organizaban, apartaban dinero y tiempo. Era un llamado de Dios, y los que tenían sed espiritual acudían. Pero lo más lindo es que esto no quedó como algo del pasado. El otro día, orando en casa con el pastor francés Michel Balverde y su esposa Suzanne, ella recibió una visión que compartió con nosotros: veía un cuaderno abierto y una mano escribiendo la historia, pero lo más sorprendente es que estaba en la primera página. Así que todo lo que han vivido, nos dijo, no es más que la primera página de la historia. Hay un montón de hojas en blanco. ¡A mí me explotó el corazón! La nueva generación va a vivir algo mucho más glorioso de lo que nosotros hemos vivido».
Así sea…