
Las hemos repetido hasta el cansancio, las enseñamos en nuestros grupos con la certeza de saber que son parte del nuestro ADN. Dios trajo luz a muchos corazones gracias a esa danza armónica entre verdad y enseñanza de los mandamientos. En esta nota, desandamos el camino hasta sus orígenes para saber cómo fue que estos términos tomaron una resonancia tan destacada en la historia de la Comunidad.
Corría el año 1974, la renovación ya había cobrado empuje a partir de los primeros encuentros de oración y los retiros que fueron dando forma a aquel incipiente derramamiento del Espíritu sobre toda carne. Las piezas del rompecabezas habían comenzado unirse de un modo significativo: “Para decirlo de otra forma, vimos claramente la necesidad de edificar, y no solamente de trabajar y de mantenernos activos. Necesitamos edificar vidas, edificar familias, edificar la iglesia”, señala Orville Swindoll en su libro Tiempos de Restauración. Gente nueva se estaba incorporando la iglesia y las reuniones ni los sermones eran suficientes. Fue en ese contexto que tuvo lugar un retiro en José C. Paz, en donde Jorge Himitian predicó por primera vez acerca de kerigma y didaqué, dos palabras griegas que en castellano se traducen como predicación y doctrina.
En esa oportunidad, Jorge destacó la labor de los apóstoles que caminaron con Jesús y que llevaron la vida de Jesús y su verdad por todas partes, haciendo discípulos en todas las naciones; predicando, bautizando y enseñando a todos los que respondían al mensaje a obedecer todo lo que Jesús había mandado. Los apóstoles no necesitaron preocuparse por elaborar un cuerpo de verdades, simplemente debían dar a otros lo que Cristo les había dado a ellos.
“Jorge comenzó declarando que había dos elementos concretos que Dios había dado para la edificación de la iglesia. Estos eran la predicación apostólica y la doctrina apostólica. Ambas son palabra de Dios, pero su función es diferente”, señala Swindoll.
“El kerigma es la proclamación con autoridad y unción del hecho de Cristo, presente y activo entre los hombres y quien lo proclama debe no debe ser un repetidor mecánico, sino un hombre que arda por el Espíritu. Ese kerigma tiene una función dinámica. Se trata de una operación sobrenatural. Cuando una persona cree y confiesa la verdad, ésta comienza a operar en ella. El kerigma provoca fe, vida, gracia, es una experiencia con Dios aquí y ahora”, acota, parafraseando a Himitian.
Luego, en ese mismo encuentro Jorge clarificó el significado de la palabra didaqué, señalando que había recibido los conceptos de las enseñanzas que Iván Baker daba a sus discípulos. “Consiste en la enseñanza, instrucciones y mandamientos claros de Cristo, cuya característica esencial es que revela la voluntad de Dios para nuestras vidas. La didaqué, es imperativa, no es sólo para ser oída, sino también obedecida. No es complicada ni difícil de entender. Tampoco es una serie interminable de enseñanzas… Es un cuerpo preciso de instrucciones; es fácil de comunicar y fácil de entender. El proceso por el cual la didaqué se hace efectiva en nosotros es: conocer su significado, luego obedecerla aplicándola a áreas definidas de nuestra vida, y finalmente tenemos que asumir la responsabilidad de comunicarla a otros”.
La clave del interjuego entre ambos términos, verdad y enseñanza, es la fe. “Cuando la gracia y la fe comienzan a operar en nosotros al oír la proclama, entonces necesitamos los mandamientos e instrucciones precisas que hagan que la verdad sea efectiva en ciertas áreas y situaciones específicas de nuestras vidas. Lo abstracto se hace específico, lo general se hace particular, y la gracia y la fe son aplicadas a áreas definidas… A medida que esto ocurre, voy encontrando propósito en la vida, genuino gozo y un sentido de realización”, mencionaba Himitian, en aquel encuentro de José C. Paz.
“El retiro resultó una profunda lección de teología práctica”, indica Orville en su libro, “Todos quedamos haciendo una revisión mental de nuestra prédica y enseñanza, con la certidumbre de que necesitábamos ajustes y correcciones. Todo lo expuesto fue tan claro que resultó incuestionable. Nuestra comprensión del evangelio del reino y de la necesidad de edificar a los santos como cuerpo en una relación funcional había preparado el terreno para la aplicación de estas verdades”.
Tiempo después, estos conceptos fueron incluidos como parte la introducción al material que se confeccionó casi inmediatamente después, como fruto de la consulta de un grupo de pastores acerca de cuál era ese cuerpo de doctrina que enseñaba Jesús, que llevó por nombre Puerta, Camino y Meta, y que hemos usado cada uno de nosotros para la formación de vidas en los grupos caseros. Pero ese, es tema de otra nota, que saldrá en un próximo número.